Durante febrero de 2016, la Universidad Autónoma de Chiapas (UNACH) lanzó la convocatoria para el concurso del próximo Centro Universitario de Diseño (CUD) de la Facultad de Arquitectura de la institución. El concurso, organizado por los directivos y académicos de la Universidad, así como por el Instituto de Infraestructura Física Educativa del Estado de Chiapas (INIFECH) y el Colegio de Arquitectos Chiapanecos (CACHAC), tuvo como objetivo promover un centro con mejores prácticas de diseño arquitectónico integrando en su esencia, un recinto en donde la sustentabilidad y la eficiencia energética sean los ejes fundamentales.
El concurso reunió a algunos de los mejores estudiantes y arquitectos egresados del Estado y el jurado seleccionó a Camilo Nucamendi León, Héctor Farrera Mandujano, Maria de Lourdes Zambrano, Hans Kabsch Vela, David Martinez Ramos y Luis Gerardo Ramírez, egresados del Tecnológico de Monterrey, UNAM, y de la Universidad Autónoma de Chiapas, como ganadores del concurso.
Conoce los detalles del proyecto, después del salto.
Con 33 equipos inscritos y 30 presentados en la fecha de entrega, el 26 de febrero 2016, el jurado compuesto por el Arq. Miguel Montor, Arq. Bernardo Hinojosa Rodriguez y el Arq. Gerson Ruíz Albanés deliberó el resultado ganador, un particular proyecto que pretende humanizar el espacio, induciendo a la movilidad, diversificando su emplazamiento a través de lugares de encuentro y permanencia.
El proyecto, un homenaje a la identidad mexicana, da como resultado una plaza de acceso, una torre de 8 pisos y dos edificios gemelos, en los que la lectura del paisaje y “la apropiación de la identidad colectiva” produce un particular espacio urbano y arquitectónico que busca el desarrollo de la institución.
Descripción de los Arquitectos
El presente proyecto propone el diseño a diferentes escalas y lecturas. La primera nos dice que su emplazamiento debe ser percibido y usado a nivel ciudad y campus, es decir, las relaciones entre los elementos deben armonizar en conjunto y conectarse a el. La idea de plantear esquemas de movilidad dentro del campus para evitar la masificación de los automóviles y redistribuirlos entre aquellas zonas poco utilizadas como espacios para estacionamiento.
Permear la idea de un campus “sustentable” donde el carro quede en el último de los términos.
La siguiente escala, la de la plaza, donde generar espacios que otorguen dinámicas de la vida cotidiana, se propicien estos encuentros antes estudiados y proporcionar otros más que impacten en la calidad de vida estudiantil, dotar áreas arboladas, y dar apertura hacia los espacios para mejorar su percepción. La siguiente escala es la que pertenece a los edificios: la torre, los gemelos. Ambos conectados a la plaza y entre sí.
Pasillos, terrazas, elementos volados, retículas que proyectan un juego de luces, sombras y texturas de una forma expresiva pero al mismo tiempo limpia. La estructura parte de la ortografía propia del lugar en el uso de bóvedas, celosías coordinado con el cristal, refuerzan la idea de la diversidad y la percepción encontrados en el lugar. El proceso para materializar la idea fue complejo, las visiones de aquellas mentes formadas en diferentes lugares, incluyendo la propia facultad permitió que la propuesta se enriqueciera y coincidieran en tal punto que el diseño fuera incluyente y total para la vida en todos los ámbitos.
La plaza como punto de encuentro y permanencia
Si bien el objeto del presente concurso es el emplazamiento de la torre, es aquí donde se retoman las palabras de Anderson: los arquitectos debemos desarrollar la capacidad de percibir el modo de vida que se gesta en la facultad (la mayoría de las veces a través de sus estudiantes) y desarrollar el juicio crítico para dotar espacios que les permitan identificar y recordar su identidad, la de su facultad, es decir:
“se diseña también para ellos”